El mundo mejora en casi todos los aspectos, en casi todos los lugares. En la práctica nada impedirá que 2017 sea el mejor año de la humanidad
Escuchando las noticias nada parece indicar que el mundo mejore; el catálogo de desgracias y amenazas que se ciernen sobre la humanidad se muestra aterrador. Sin embargo, los medios no son el mejor lugar desde el que observar la
evolución del mundo. Las buenas noticias no interesan, es aburrido hablar de la vida de la mayoría de los ciudadanos que come, sale a la calle, habla con sus semejantes, no sufre violencia y lleva una vida razonablemente apacible. Las historias de la literatura o el cine apasionan porque el héroe sufre, duda y está a punto de ser derrotado. El gran protagonista de la ficción es el mal.
Para juzgar la evolución del mundo de una forma objetiva hay que alejarse de los sentimientos y acudir a los datos, y estos son demoledores: todo muestra que el mundo mejora. En lo personal puede irnos mejor o peor y en última instancia todos acabaremos mal. Nada ha conseguido que la mortalidad humana varíe un ápice: sigue siendo el 100%. Pero esto es conocido y por tanto no es noticia. En palabras de Obama, este es el mejor momento de la historia para nacer.
En 2000, Naciones Unidas estableció los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio, un ambicioso programa que duró hasta 2015. Según Ban Ki-Moon, la movilización mundial tras los ODM ha generado el movimiento contra la pobreza más exitoso de la historia. La pobreza extrema ha pasado del 47 % en 1990 al 14 % en 2015.
Los datos sobre la evolución de la salud mundial son igualmente positivos. En plena guerra fría, el esfuerzo conjunto de EE.UU. y la URSS. consiguió la erradicación de la viruela. Otras pestes que asolaban el planeta llevan el mismo camino. En 2014, la OMS declaró erradicada la polio en India. En 2014, en Nigeria hubo seis casos. África y el mundo están a punto de acabar con la terrible enfermedad. Incluso la malaria está siendo severamente reducida en un 40% desde 2000.
La mortalidad infantil decrece, la esperanza de vida al nacer aumenta y lo mismo ocurre con las calorías por habitante (vinculadas con el hambre). Si el lector tiene más de 40 años considere que de haber nacido hace dos siglos habría fallecido antes de esa edad.
No sólo vivimos más y mejor. Estamos mejor educados. El incremento de alfabetización en el mundo deja la asombrosa cifra del 95 % de hombres y mujeres mayores de 15 años que saben leer y escribir.
Como consecuencia, el índice de desarrollo humano se ha elevado considerablemente. El HDI incluye esperanza de vida al nacer, educación e ingresos en PIB.
Si bien es difícil medir la situación de la mujer, algunas variables ayudan a comprender el avance en la igualdad de género, como el nivel educativo de las mujeres, la edad de casamiento o la edad en la que tienen el primer hijo. En todas estas variables los datos mejoran.
Estas mejoras no son cosas del mundo desarrollado, es justamente en los países en desarrollo como los asiáticos y africanos donde los avances son más sustanciales.
Las dictaduras eran lo común hace décadas (y desde luego siglos), pero eso ha cambiado y la democracia avanza en todas las regiones del planeta. Y la violencia es menor que nunca, sea entre personas, en guerras civiles o en conflictos entre países. La guerra es cosa del pasado. Hace Steven Pinker (autor de Los mejores ángeles de nuestra naturaleza) una reflexión muy llamativa: cuando escuchamos una historia de violencia, tendemos a pensar en lo bajo que puede caer el ser humano. En su lugar podríamos pensar en lo alto que hemos puesto nuestro umbral: multitud de comportamientos aceptables en el pasado hoy son del todo intolerables.
Incluso la superpoblación está dejando de ser un problema. Bangladesh tiene una tasa de fertilidad (número de hijos por mujer) de 2,5 que es justamente la tasa mundial, muy cerca de la estabilidad poblacional. La población máxima se alcanzará en 2100 con 11.000 millones, menos que el doble de 2000.
Casi el único problema en que empeoramos es la salud del planeta. El cambio climático y el deterioro de la Tierra siguen avanzando. Ha mejorado, eso sí, la conciencia global, pero no es suficiente, los
malos hábitos persisten.
No somos complacientes. Tenemos multitud de problemas y trabajo que hacer: el mundo no es y no será perfecto. Y siempre encontraremos áreas de mejora y problemas que antes no eran considerados como tales: la violencia o la desigualdad de la mujer antes eran lo normal y hoy son inaceptables.
Tan improbable como que un meteorito asole la Tierra es que estas tendencias globales cambien. Habrá retrocesos, pero los avances contra la pobreza, la violencia, en pro de la educación, la libertad, la democracia y el bienestar común hacen predecir que 2017 será el mejor año de la historia de la humanidad.
Artículo publicado en
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